domingo, 26 de noviembre de 2006

Más allá de la ventana

Seis pisos de escaleras o la suma de dos botones y dos aperturas de puertas. Como bien dije en el para unos "prólogo" y para otros felpudo de "bienvenidos" virtual de este pequeño diario, los números nunca fueron predilección en mi formación como estudiante de periodismo -no es porque yo lo diga, sólo sería cuestión de repasar mi irrevocable caída, cual empresa en quiebra, de notas en economía-. Sin embargo, a través de este resultado matemático-metafórico, se podría encontrar respuesta a la distancia que separa al observado del observador desde mi ventana.Pues bien, si ayer me personé como observador en mi testimonio, hoy las circunstancias me hicieron pasar a fomar parte de aquellas gentes que en pasados momentos ilustraron el ahora relato y que incluso en futuras apariciones al son de espíritus literarios tendrán la oportunidad de contemplar la que podría ser su estatua personal construida con estas mismas palabras llenas de recuerdos.Como bien decía, sí, eran seis pisos. Tramos de escaleras que marcan también el paso del tiempo y el de los propios pasos valga la redundancia. Unos cortos y precavidos de los vecinos más veteranos, otros fuertes y decididos de aquellos para los que empezar el día antes que la luz del sol suponía ganar la lucha a las 24 horas, otros rapidos y casi invisibles de los niños que no entienden de cansancio, gasto de energía o simples preocupaciones, y por supuesto no podían faltar los invisibles, pasos de aquellos que un día más tomaron la rutina como decisión para usar el viejo ascensor. La rutina, la desidia o la lesión de rodilla tomaron la decisión consensuada de usar la vieja pero renovada caja de cerillas ahorcada entre poleas para llegar al que será un poco más adelante el fondo de la cuestión.Una cuestión que esconde entre sus incognitas una puerta que lejos de parecerse a aquella de Ali Babá -las voces para su apertura son claves pero para encontrar su complejo sistema basado en el clásico botón rojo-, entraña ante sí miles de murmullos, pensamientos y ruidos que pintan cada uno de los rasgos de este cuadro que reflejaba en esa ventana a mi propio Dorian Gray.El irrespetable paso de cebra, la panadería de Isidro I el "Grande", Ángel y su curioso concepto frutería-pescadería, la desconocida peluquería, el nunca presente Andrés con su charcutería y tienda de embutidos -si le encuentras en ella, rompiste la rutina- , Miguel y aquel kiosko que de pequeño quise heredar como negocio familiar y "Pol" con su peculiar visión de la cafetería americana y por que no decirlo, del inglés...Estos y muchos otros no son más que un retal del mapa del mayor de mis tesoros que guardare siempre en esa caja "latente": mi calle, mi barrio...mi historia.

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