domingo, 31 de diciembre de 2006

Mensaje para él y ella


Quise cambiar mi mundo por dos palabras. Creía que así saldaría las cuentas de un pasado que me debía dos sonrisas y una mirada. Un pasado que me llenó de olvidos mis recuerdos y de despedidas mis reencuentros. Un pasado disfrazado en unos labios y escondido en la oscuridad de unos ojos que gritaban de libertad en esa pequeña despensa de sueños rotos. No había luces pero sí sombras. Dos contornos unidos incautos de ser encendidos por un amanecer donde querer no es poder y los sueños, sueños son.
Sueños o realidades, alientos o suspiros. La respiración se entrecortaba al oir esas palabras repetidas sin eco pero aisladas entre unos labios que lejos de callarse, gritaban a los sordos y a los mudos, a aquellos que usan el silencio para hablar de lo más bello. Y aquello era bello. Era belleza. Una belleza representada no en esos contornos ocultos a la luz, no en esas miradas clavadas hasta en el rey de los tuertos, no en esas manos que anhelaban reconocer donde quedaron las marcas de sus abrazos. La belleza estaba en las nuevas páginas que borraban el epitafio de un libro que lejos del fin, terminaba con un “continuará”. Nadie podría saber de su existencia más que ella y yo, los dueños de las letras de esta historia.
Una historia distinta, una historia real, una historia basada en sueños de los que sufren de insomnio, en la desesperación del iluso y en el conformismo del ambicioso que lejos de ser llevada al cine, sólo aquella carreta de la calle mayor podía darle vida con sus marionetas rotas. Así éramos ahora, dos marionetas sin guión, sin función, sin aplausos, esperando que algún día aquel director y creador de sinceros pinochos nos sacara de una caja de Pandora mal cerrada en la que yacíamos sentadas frente a frente, cara a cara, con sonrisas y miradas pintadas. Tan pintadas que ni las lágrimas de estas palabras podía borrarlas, podía cambiarlas, como yo quise cambiar mi mundo…por dos palabras.

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